Para entender el carácter rebelde de Toni Zenet es indispensable repasar su vida, desde que naciera en Málaga allá por el siglo pasado, mostró una notable inquietud por la creación artística.
Su primer acercamiento al fantástico mundo del arte lo tuvo a una edad muy temprana, cuando de niño interpretó la obra del Principito, recuerda tardes sumergido en el personaje principal, pensando y actuando como él lo haría, sumergido en una realidad paralela que, curiosamente, le proporcionaba más felicidad que aquella a la que había sido atado.
Ya en su madurez se convierte en un perro callejero que deambula en busca de las musas de la inspiración, aquellas que le llevaron al idilio creativo para inmediatamente devolverlo al infierno terrenal, probablemente el paraíso sea aquel lugar donde todos nuestros pensamientos cobren sentido, aquel lugar donde puedas pensar lo que dices y decir lo que piensas; mimo, actor, camarero, bailarín...estos han sido varios de los oficios que ha regentado Toni antes de embarcarse en el que era su hobby: la música.
El destino lo condujo hacia un bar donde conoció a Javier Laguna, aquel día fue el inicio de una fructífera amistad que culminaría con la consagración musical de un estilo peculiar, exótico para el panorama musical español.
Restaurantes, bares, clubes de jazz, ahí ubicamos el inicio y el presente de Toni, un artista que se reivindica como alma libre y callejera, su música huele a experiencia, madurez, amores olvidados y deseados, siempre apoyado por José Taboada y su productor Juan Ibáñez.
Su portada pretende evocar los álbumes del bebop, así como el nombre de la productora (Volcano49).
Resulta un ejercicio complejo y subjetivo realizar una crítica de uno de tus artistas predilectos, aquel que me hizo creer en el peso del jazz en el panorama musical actual, aunque solo seamos unos pocos los que soñamos con tirar piedras al Sol un 30 de Febrero, Toni ha sido capaz de unir en torno a su música, desparpajo y talento a toda la melómana multitud jazzística hispana, aquellos que teníamos como estela a Paco de Lucía y Chano Domínguez, aquellos que habíamos perdido la esperanza en el criterio popular que se rendía ante pseudo-rockeros.
"Melómano, exótico, mendigo, osado, divertido, emotivo, avante, vacilón, desolador, todo esto y mucho más es 'Todas las calles', un álbum que riza los sentidos y encoje el corazón."
Francisco Manuel Rodríguez Álvarez.